Últimamente he asistido a distintas charlas y conferencias sobre bosques autóctonos, plantaciones forestales, etc., en las que han salido a la luz distintas posiciones históricamente encontradas.
Los fieles defensores del medio natural abogan por la plantación de especies autóctonas, que favorecen el desarrollo de la biodiversidad; en contraposición, los forestalistas son partidarios de las especies de crecimiento rápido, que ofrecen beneficios en un periodo de tiempo relativamente corto. En torno a estas dos posturas me surgen varias dudas: ¿es mejor plantar especies autóctonas para mitigar el cambio climático?, ¿aportan algún beneficio extra las plantaciones típicamente madereras?
Después de reflexionar acerca de estas cuestiones y de escuchar a diferentes expertos en el tema, siempre teniendo en cuenta que cada caso es único y debería ser valorado específicamente, plantearía la siguiente cuestión: ¿qué habría en el monte si no tuviésemos plantaciones? La primera respuesta que viene a mi cabeza es “bosque autóctono”, pero, seguidamente, considero: ¿en qué estado estaría ese bosque? Es bastante obvio que sin un beneficio económico que respalde el cuidado de los montes, podría darse el caso de que, en muchas ocasiones, no se aplicarían los cuidados mínimos, lo que produciría un incremento en el riesgo de incendios y otros desastres, y esto no resultaría tan beneficioso para la biodiversidad.
Por otro lado, ¿qué papel desempeñan las plantaciones en la lucha contra el cambio climático? Lo cierto es que el resultado de la actividad de los forestalistas se refleja en la existencia de terrenos bien cuidados con árboles relativamente jóvenes que se encuentran en la fase de su ciclo vital en la que mayor tasa de crecimiento presentarán, lo que hace que absorban elevadas cantidades de CO2 (principal gas de efecto invernadero que está produciendo el cambio climático). Es decir, son una factoría contra el cambio climático.
18/05/2011
Fuente: Factor CO2