DESTACAN BOSQUES COMO ARGALARIO, POR SU GRAN COLORIDO, O ARROLETZA, POR SUS MUCHOS PASEANTES

A muchos puede parecerles extraño que un municipio como Barakaldo, tan urbanita y moderno, necesite de los servicios de un guarda forestal. Pero eso es porque no conocen el importante patrimonio natural que atesora la localidad fabril. Según datos del Ayuntamiento, Barakaldo cuenta con una superficie forestal de 811 hectáreas distribuidas en zonas como Basatxu, Santa Águeda, Arroletza, Apuko, Argalario, El Regato o Burzako. Carlos Rodríguez, el guarda forestal, calcula que "mucho más de la mitad de los suelos de Barakaldo son terrenos rústicos".

De todos ellos, uno de sus rincones favoritos es Argalario. "Gracias al trabajo de la Diputación, ha pasado de no tener nada a ser uno de los bosques con más colorido de Bizkaia", destaca el guarda forestal. "Se han hecho grandes plantaciones y tiene tonalidades desde el morado de las hayas hasta los diferentes verdes del pino o el roble, pasando por los cerezos". Gracias a ello, comienza a verse mucha fauna por la zona, desde ardillas a jabalíes "y estoy seguro de que, en poco tiempo, podremos venir aquí a recoger setas y boletus", aventura Carlos.

Pero Barakaldo también cuenta con otros muchos montes con encanto, como Arroletza o la zona de El Regato. El primero es, junto a Argalario, el más transitado por los paseantes puesto que cuenta con una pista forestal que atraviesa toda la montaña. El valle de El Regato, por su parte, destaca como bosque natural por la mezcla heterogénea de pinos, castaños y otras muchas especies, así como por la pesca y las cuevas. El pico más alto de la localidad es el Apuko, con 560 metros, seguido de Argalario (513 metros) y Burzako (443 metros), que es la parte más interior y limita con Trapagaran, Galdames y Güeñes.

Desde las cimas de sus montañas, Carlos ha ido viendo a lo largo de más de 20 años cómo cambiaba el Barakaldo urbano y el rural. "Cuando yo empecé en este trabajo, el Pagasarri era de Barakaldo. ¡Fíjate si ha llovido!", comenta el guarda forestal haciendo memoria.

A un lado, Carlos observaba cómo iban creciendo las torres de San Vicente o el BEC. Y, al otro, veía cómo se repoblaban los bosques, cómo se ganaban espacios verdes para el ciudadano o cómo grandes obras -la Supersur, por ejemplo- han cambiado su morfología.

"Incluso ha evolucionado, y mucho, la mentalidad de la gente", destaca el guarda forestal. "Antes, el bosque era un basurero donde se tiraban desechos, se lavaba el coche o se quemaban pastos sin control, pero afortunadamente la conciencia ecológica ha ido calando", dice.

17/07/2010

Fuente: Deia