La Evaluación de los recursos forestales mundiales (FRA por sus siglas en inglés: Forest Resources Assessment) es un informe de orden mundial que nos aporta información esencial para comprender el estado actual de los recursos forestales, sus usos y la gestión llevada a cabo para alcanzarlos.
Habiendo empezado en 1946 con el primero de ellos, es un chequeo de los bosques que se repite cada 5 o 10 años. El alcance de la FRA ha evolucionado desde los iniciales inventarios centrados tan solo en la madera, hacia las actuales evaluaciones que buscan responder a todos los aspectos de la gestión forestal sostenible. En este sentido, esta evaluación está encaminada a responder a ciertas necesidades de la política forestal internacional como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques 2017 – 2030 o el Acuerdo de París sobre el clima.
El proceso de la FRA es coordinado por el Departamento Forestal en la sede central de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organization). El País Vasco interviene en este proceso como región europea dotada de competencias administrativas en el ámbito forestal, por lo que realiza su correspondiente recogida de la información. Esta información, además de servir para sus propios análisis autonómicos (disponibles en su web administrativa) nutre al Sistema de Estadísticas Forestales estatales, y posteriormente, las internacionales.
En la reciente ejecución de ese proceso, se han examinado la situación y las tendencias de más de 60 variables relacionadas con los bosques en 236 países y regiones en el período 1990-2020. Los datos de la FRA 2020 se reunieron utilizando términos y definiciones comúnmente acordados mediante un proceso de presentación de informes transparente y trazable y una red bien establecida de corresponsales nacionales designados oficialmente, que abarca 187 países y territorios. Más de 700 personas participaron directamente en este proceso.
Uno de los documentos que consta la FRA 2020, se refiere a estos términos y definiciones empleadas. Como no podía ser de otra manera, comienza este documento definiendo el término bosque: “Tierras que se extienden por más de 0,5 hectáreas dotadas de árboles de una altura superior a 5 metros y una cobertura de copa superior al 10 por ciento, o de árboles capaces de alcanzar esa altura in situ”. Seguidamente, caracteriza estos bosques por la forma en que han surgido, clasificándolos en regenerados naturales, plantados, plantaciones forestales y otros bosques plantados. Según esta caracterización, las plantaciones forestales son aquellas que se manejan de manera intensiva. Inicialmente suelen estar compuestas por una o dos especies, suelen ser de edad uniforme, estar plantadas con un espaciamiento regular y establecidas principalmente para fines productivos. Otros bosques plantados, que comprenden el 55 por ciento de todos los bosques plantados, no se manejan de manera intensiva y pueden parecerse a los bosques regenerados naturalmente en la madurez de los rodales. Los propósitos de otros bosques plantados pueden incluir la restauración del ecosistema y la protección de los valores del suelo y el agua
Por lo tanto, no cabe la menor duda, referirse y contemplar las plantaciones forestales del País Vasco como bosques, está avalado y acordado por representantes de la comunidad administrativa y científica forestal internacional.
Así, los bosques vascos, aportan su granito de arena para poder alcanzar los 4.060 millones de hectáreas presentes en la tierra, que corresponde al 31 por ciento de la superficie total de la misma. Esta área es equivalente a 0,52 hectáreas por persona. Sin embargo, los bosques no están distribuidos de manera equitativa para la población mundial o situación geográfica.
En el País Vasco tenemos la fortuna de contar con una amplia extensión de superficie forestal, algo que, a nivel mundial, no todos disponen. Lo primero, lo debiéramos considerar como un tesoro del que presumir, pero a su vez, lo segundo, un aspecto por lo que preocuparnos. Ya que, el mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosque desde 1990. Sin embargo, debemos ser razonables, el ritmo de pérdida neta de bosques disminuyó notablemente durante el período 1990-2020 debido a una reducción de la deforestación en algunos países, además de un aumento de la superficie forestal en otros a través de la forestación y la expansión natural de los bosques. En este sentido, aunque la tasa anual de forestación y deforestación es negativa (se pierde bosque) cada vez se reduce más (se tienden a igualar las forestaciones a las deforestaciones).
En este balance, el País Vasco aporta por el lado de la forestación, proceso extendido a todo el resto de Europa. Por tanto, tengámoslo claro, la grave deforestación que amenaza al mundo, todavía hoy superior a la forestación, no ocurre ni en el País Vasco ni en Europa. Se concentra en los continentes africano (3,9 millones de hectáreas) y sudamericano (2,6 millones de hectáreas).
Aun así, deberíamos preocuparnos por los motivos d ela pérdida de bosque que acontece en otros entornos alejados del nuestro. No solo porque al sucederse en un mismo planeta intercomunicado, nos terminará por afectar por un lado o por otro (crisis climática, crisis sanitaria, pédida de la biodiversidad ...) sino porque, además, nuestras pautas de conducta han podido ser su causa. La postura que adoptemos a la hora de gestionar nuestros recursosforestales y de elegir la forma de comportarnos socialmente (abastecimiento, entretenimiento, consumo, etc.) influye en la negativa gestión acontecida en otros lugares. Debemos responsabilizarnos.
El volumen total de existencias de los bosques disminuyó ligeramente de 5.600 millones de m3 en 1990 a 5.557 millones de m3 en 2020. La pérdida de superficie genera esta pérdida de existencias. Sin embargo, los volúmenes de existencias de los bosques están aumentando por unidad de área, tanto a escala mundial (aumentaron de 132 m3/ha en 1990 a 137 m3/ha en 2020) como en todas las regiones, incluido el País Vasco.
Los bosques del mundo contienen alrededor de 606 gigatoneladas de biomasa viva (por encima y por debajo del suelo) y 59 gigatoneladas de madera muerta. Al igual que hemos visto antes, la biomasa total ha disminuido ligeramente desde 1990, pero la biomasa por unidad de área ha aumentado.
Gracias a esta capacidad de generar y contener biomasa (realizada mediante la fijación del carbono atmosférico) el bosque es un elemento clave para disminuir la concentración de CO2 de la atmósfera.
Sin embargo, la reserva total de carbono en los bosques disminuyó de 668 gigatoneladas en 1990 a 662 gigatoneladas en 2020. Pero los bosques no juegan un mero papel de sumideros de carbono. La utilización de esos volúmenes de madera para abastecer nuestras necesidades sociales, tanto en materia como en energía, multiplican su papel en la mitigación del cambio climático. Emplear este carbono almacenado por los bosques para satisfacer nuestra demanda de materia y energía en sustitución de otros materiales no renovables ni asociables a una gestión sostenible, es el gran reto de nuestra sociedad. También en el País Vasco.
Por ello, a nivel mundial, aproximadamente 1.150 millones de hectáreas de bosque (30%) se manejan principalmente para la producción de madera y productos forestales no madereros. Evidentemente, la producción de madera y otros, no es el único uso posible para los bosques. A nivel mundial, 424 millones de hectáreas de bosque (10%) están destinados principalmente para la conservación de la biodiversidad. En total, se han designado 111 millones de hectáreas desde
1990, de las cuales la mayor parte fue asignada entre los años 2000 y 2010. Se estima, además, que 399 millones de hectáreas de bosque están designadas principalmente para la protección del suelo y el agua. Las cuales, han registrado un incremento de 119 millones de hectáreas desde 1990. Por otra parte, un área de 186 millones de hectáreas de bosque en todo el mundo se asigna a servicios sociales como el esparcimiento, turismo, investigación educativa y conservación de sitios culturales y espirituales. El área destinada para este uso forestal también ha aumentado a un ritmo de 186.000 ha/año desde 2010.
En este sentido, cabe reseñar la estimación de unos 726 millones de hectáreas de bosques en áreas protegidas en todo el mundo. De las seis principales regiones del mundo, La superficie forestal en áreas protegidas a nivel mundial ha aumentado en 191 millones de hectáreas desde 1990, pero la tasa de crecimiento anual disminuyó en el período 2010-2020.
La sociedad vasca no solo ha contribuido con superficies incorporadas dentro de figuras de protección locales, también ha sido demandante e impulsora en la solicitud de este tipo de áreas en otras partes del mundo. Es aquí donde entra en juego la responsabilidad con nuestras pautas de conducta social recalcadas previamente. La declaración de este tipo de protecciones, generan unas restricciones económico y sociales locales que deben ser contempladas y asumidas por todo el resto de la sociedad. Debe haber un flujo de compensaciones que palíe las mermas o que incluso las invierta (transformándolas en beneficios). Desgraciadamente, todavía distamos mucho de haberlo conseguido. La implantación de las áreas de protección, tanto locales como los de otros lugares, se siguen realizando sin el acuerdo de muchos de sus gestores.
Una posible alternativa, sería no realizar una separación física de los usos, sino destinar el mismo bosque a diferentes usos. En este sentido, 749 millones de hectáreas están destinadas a usos múltiples, que a menudo incluye la producción. Los bosques vascos, podrían bien entrar en esta clasificación, aunque carecen generalmente de otras compensaciones además de la de madera. En lugares densamente pobladas del planeta, como el País Vasco, la multifuncionalidad (correspondida con una multiconpensación) al aportar unas soluciones socialmente más sostenibles (sobre todo para el grupo social de los gestores) tiene un mejor empaque.
El 93 por ciento (3.750 millones de hectáreas) del bosque del mundo está compuesto por bosques regenerados naturalmente y el 7 por ciento (290 millones de hectáreas) ha sido plantado. Dentro de esa segunda categoría de bosques, las plantaciones forestales abarcan alrededor de 131 millones de hectáreas, lo que representa el 3 por ciento del bosque mundial y el 45 por ciento de la superficie total de bosques plantados.
La proporción más alta de plantación forestal se encuentra en América del Sur, donde este tipo de bosque representa el 99 por ciento de la superficie total de bosque plantado y el 2 por ciento de la superficie forestal total. El fuerte aporte que realiza el País Vasco con sus frecuentes plantaciones forestales, queda diluido a nivel europeo, donde representa el 6 por ciento de la superficie forestal plantada y el 0,4 por ciento de la superficie forestal total (la menor proporción de plantación forestal se encuentra en Europa). Sin embargo, el destino de las producciones de muchas de las plantaciones forestales de otros continentes, bien pueden recalar en el nuestro. Tener menos uno, puede significar forzar a que tengan otros más.
A nivel mundial, el 44 por ciento de las plantaciones forestales está compuesto principalmente por especies introducidas. Por lo tanto, es frecuente realizar las plantaciones forestales con especies introducidas, como es el caso de Europa en general y el País Vasco en particular.
Aunque el empleo de especies introducidas suscita en algunos la duda de una posible carencia en la sostenibilidad, debemos recalcar que dicha sostenibilidad viene ligada a la gestión, y no tanto a la especie.
En este sentido, en Europa, la mayor parte de los bosques tiene redactado algún plan de gestión (también constatable para el País Vasco). De esta manera, los gestores de esos bosques tienen establecido un calendario de actuaciones y pueden acreditar la sostenibilidad de su gestión. El problema, vuelve a venir de otros continentes, como África, donde menos del 25 por ciento de sus bosques alcanzan a tenerlo, o América del sur, con menos del 20 por ciento. Es en ellos donde la gestión forestal (y en consecuencia los productos obtenidos en ella) podría suscitar dudas. Afortunadamente, la superficie forestal sometida a planes de gestión está aumentando en todas las regiones: a nivel mundial, ha aumentado en 233 millones de ha desde 2000, llegando a 2,05 mil millones de ha en 2020. Es la senda a seguir, la que debemos impulsar.
La propiedad pública es predominante en todas las regiones del mundo (73%). El 22 por ciento es de propiedad privada y la propiedad del resto se clasifica como “desconocida” u “otra” (esta última comprende principalmente bosques donde la propiedad está en disputa o en transición). Aunque el País Vasco contienen subregiones en esta situación (Araba) también las tiene en la contraria (Bizkaia y Gipuzkoa). Ofrecemos un tipo de propiedad variada, lo cual puede motivar tanto un uso como un tipo de gestión variado.
A nivel mundial, la proporción de bosques de propiedad pública ha disminuido desde 1990 y el área de bosques de propiedad privada ha aumentado. Las administraciones públicas poseen los derechos de gestión del 83 por ciento de la superficie forestal de propiedad pública, la cual, también ha disminuido desde 1990. Hay una proporción cada vez mayor de bosques de propiedad pública gestionados por empresas, entidades e instituciones privadas y por comunidades indígenas y tribales. El caso del País Vasco, bien podría relacionarse con este último caso. La gran parte de nuestros bosques públicos, son gestionados por comunidades administrativas locales (colectivos indígenas locales, en definitiva) y cuando son privadas, lo son mayoritariamente de esos indígenas locales (baserritarras o sus descendientes).
Los bosques se enfrentan a muchas afecciones que pueden perturbar su sanidad y vitalidad y reducir su capacidad de proporcionar una amplia gama de bienes y servicios ecosistémicos. Por ejemplo, alrededor de 98 millones de hectáreas de bosque fueron afectadas por incendios en 2015. Esta afección apenas fue representativa en el País Vasco. Se produjo principalmente en las zonas tropicales, donde el fuego quemó alrededor del 4 por ciento de la superficie forestal total en ese año. Más de dos tercios de la superficie forestal total afectada se encontraba en África y América del Sur. Sin embargo, insistimos en la reflexión anterior: deberíamos recapacitar sobre la influencia que ha podido tener nuestro comportamiento social y económico (importación de productos alimenticios a bajo precio desde estos países) en su generación.
Los insectos, enfermedades y fenómenos meteorológicos extremos dañaron cerca de 40 millones de hectáreas de bosques en 2015, particularmente en las zonas templadas y boreales. Esta sí que la hemos padecido también nosotros, con un incremento notorio de afecciones sanitarias en nuestros bosques. Entre ellos, destaca en sobremanera la enfermedad fúngica que afecta a las plantaciones de pino radiata. Gracias a esta visión mundial, a gran escala, podemos
observar que viene más relacionada a efectos de esa gran escala, como el cambio climático o la globalización, y no tanto al hecho local de gestionar plantaciones forestales con especies introducidas.
Estando como estamos en medio de declaraciones de estados de alarma tanto climática como sanitaria, la comunidad científica tanto internacional como la del País Vasco, se esfuerzan en divulgar el peligro que entraña la deforestación. Sin embargo, debemos ser cautos al analizar esa amenaza, y no asociarla a nuestros bosques. Los bosques del País Vasco se posicionan en el lado positivo de la balanza, aportando superficie, volumen, biomasa, fijación de carbono, usos múltiples y una gestión tanto privada como pública sostenibles al balance mundial.
Lo cual, pero, tampoco nos debe evitar la preocupación. Nuestras conductas sociales y económicas locales son las que pueden llegar a repercutir en las establecidas en otros lugares del planeta, llegando a producir esa deforestación y sus temidos efectos. Debemos repensar y corregir nuestros usos y consumos sociales para corregir (aún más) las tendencias de mejora de los bosques mundiales. Para esto, urge que nos responsabilicemos social y económicamente, abasteciéndonos en lo máximo posible de nuestros recursos forestales locales.
En este sentido, las declaraciones de protección de los bosques, no necesariamente deben suponer una merma en la posibilidad de producción. La multifuncionalidad, conseguida a través de planificaciones de la gestión de forma sostenible, consideramos que debieran propiciar un uso múltiple del mismo.
Somos una misma especie, que habita un mismo planeta. Nuestras acciones locales provocan situaciones globales que nos afectan a todos. Seamos conscientes de ello, para que, tras evaluarlo de forma global, podamos corregir nuestras futuras actuaciones locales.
11/05/2020
Aitor Onaindia Bereziartua
Vicepresidente de Basoa Fundazioa
Fuente de datos e información: FAO. 2020. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 – Principales resultados. Roma. https://doi.org/10.4060/ca8753es